Comenzamos el tiempo litúrgico del Adviento, tiempo de espera. Tiempo que la Iglesia nos invita a prepararnos a la venida de Jesús y que precede al tiempo de Navidad.
Cuatro semanas antes de la Navidad, se nos ofrece este tiempo de espera. Espera confiada, alegre, esperanzada, segura…
Adviento, tiempo de espera, tiene hoy día un valor pedagógico para nuestras vidas: ante tantas prisas y precipitaciones; ante tanto consumo de tiempo, en el que lo cambiante es un valor absoluto…, el Adviento nos introduce en una dimensión necesaria para nuestro corazón: la espera.
La espera, en muchas ocasiones, es un signo de amor hacia la persona querida. Por eso esperamos a nuestro salvador, Jesús. El pueblo de Israel esperó, contra toda esperanza, que Dios les concedería un Mesías; así hoy el Adviento, es tiempo de espera que prepara nuestro corazón a recibir a Jesús.
¡Qué importante es educar a nuestros alumnos en la espera!
Los niños, los jóvenes son en muchas ocasiones impacientes, precipitados… lo que no consiguen a la primera ya no les vale, “no sirven para ello”… La espera es un valor que construye la persona y que no podemos confundir con la pasividad, ni el pasotismo. Esperar es singo de personalidad madura.
¿Qué esperamos en el Adviento?
La venida de Jesús en sus tres dimensiones: su primera venida, cuando se encarnó de María Virgen, que celebramos en el tiempo de la Navidad; su venida al final del tiempo y de la historia; y la venida de cada día a nuestras vidas, en cada acontecimiento que vivimos, en los sacramentos que recibimos… A estas tres venidas nos prepara el tiempo litúrgico del Adviento.
Acojamos con alegría y esperanza, esperemos con todo nuestro ser, con el corazón abierto para recibir a este Mesías en nuestras vidas.